Carta para ti, aunque no la leas.
Hoy no escribo para reclamarte, ni para hacerte entender nada. Escribo porque necesito dejar salir todo esto que todavía me habita, aunque me repita que ya debo soltar. Te extraño. En lo cotidiano, en lo que nadie ve. En los gestos pequeños, en las risas que se nos escapaban sin esfuerzos. Me duele aceptar que esta distancia es real, aunque mi corazón se niegue a rendirse del todo. No dejo de pensar en todo lo que compartimos: cuando me presentaste con tu familia y con quienes te conocen de verdad. No fue un gesto superficial, lo sé. Fue tu forma de decirme que era importante, que confiabas en mí. Y eso, aún hoy, me sostiene. Porque por más confusión, por más silencio, sé que hubo amor. Me cuesta entender porque todo se volvió tan difícil, por qué nos llenamos de dudas, de vacíos, de muros. Me cuestiono si fue correcto alejarme, pero cuando veo ciertas actitudes, me duele ver que tal vez ya no había espacio para mí como antes. Me duele que no hablaras de frente. Me duele, si...