Queridas versiones de mí.
Hoy quiero tomarme un momento para agradecerles. A cada una. A todas las que fui, incluso a las que a veces preferiría olvidar. A las que tuvieron miedo, a las que amaron con el alma abierta, a las que callaron cuando debieron hablar, y a las que gritaron su verdad aunque temblaron por dentro.
Gracias a la versión de mí que se esforzó por encajar, porque me mostró qué no soy y cuánto valgo por ser auténtica. Gracias a la que se rompió, porque en cada pedazo encontré semillas de fuerza que luego florecieron. Gracias a la que dudó, porque esa incertidumbre me llevó a hacerme preguntas necesarias. Gracias a la que perdonó, incluso cuando no recibió disculpas. Gracias a la que se sostuvo cuando todo se tambaleaba.
Agradezco a la que amó, intensamente, sin medida, aunque no siempre fue correspondida. A la que aprendió a poner límites, y también a la que los cruzó para entender su importancia. A la que fue madre, hija, amiga, compañera, y también a la que se sintió sola, porque en esa soledad aprendí a acompañarme.
Cada una de ustedes vivió lo que necesitaba para que yo hoy pueda estar aquí.
Más consciente. Más presente. Más libre.
No les guardo rencor. No me culpo.
Las abrazo con ternura.
Gracias por su valentía, por su entrega, por no rendirse.
Yo sigo desde aquí, caminando con todas ustedes dentro de mí.
Con amor, orgullo y profundo respeto.
Gissele.
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